
Una de las tardes inolvidables de mi vida, ésta en la que empecé así como con la lectura, a conocer diferentes historias. Recorrí uno de los parques que mis compañeros de carrera universitaria nombran como más peligroso, sí el Parque Liborio cerca a la Galería en la “ciudad de las puertas abiertas”.
Caminando, en medio del atardecer, con mi espíritu impetuoso , vi como la gente de éste sector, niños, jóvenes, adultos y ancianos, disfrutan del aire, la tranquilidad, la limpieza y la seguridad que el CAI de la policía brinda.
En medio del recorrido, me antoje de un chocolate, fui acercándome a un carrito que por cierto, estaba bien surtido con variedad de dulces. Entable una conversación amena con el dueño y me impresionó la lucidez del señor con setenta y un años. También la manera en que me brindó su confianza... hasta tal punto que decidió contarme un poco de su vida...
El señor Fabio Jesús Valencia, con contextura gruesa, manos manchadas y lastimadas, trabajaba en construcción, pero por la edad lo empezaron a discriminar, hasta que quedó sin trabajo, afirma él, “gracias a Dios, construí mi casita con lo poco que tenía y ahí estoy viviendo con mi mujer que también está desempleada. Decidí montar éste negocio para distraerme y sobrevivir con lo que hago diario, generalmente produzco siete mil pesos al día, abro el negocio a las siete y media de la mañana y cierro a las cinco y media de la tarde. La gente es muy amable... Vivo feliz, esperando a que me llegue la hora de partir con la mujer que alegra mi vida, irnos juntos a descansar al cielo.” Esa última frase, me dejó atónita, pensando en su forma de ver la vida y como habla de su esposa, situación que es muy diferente a la que se ve y piensa hoy en día.
Continué
mi recorrido... y vi un aviso en una puerta muy estrecha que decía
“Almojabanas y Pintadito”. Sí, paré allí y conocí al señor
José Uriel Rubio, me presenté, empezamos a charlar, y me contó
que vive hace dos años por éste sector, los vecinos son muy
solidarios lo ayudan mucho por que es de tercera edad, y aún así
me narró como son sus rutinas diarias, “me levantó a las cinco y
media de la mañana, alisto la masa para las almojabanas, las armo, y
a las seis y media de la mañana están listas, caliento la leche, el
tinto y salgo a vender porque gozo con cada persona que me compra, y
en las tardes me alegra ver a los niños jugando, viendo sus
sonrisas, me recuerda a eso que viví hace mucho tiempo.”
Me
describió que vive feliz con lo que hace y que no le teme a la
muerte. Me despedí con un fuerte apretón de manos, admirando su
expresión, expresión que jamás olvidaré.
Me
senté en el pasto del parque, a reflexionar el concepto que tenemos
de la vida y la felicidad, con sus historias pensé en esos jóvenes
que lo tienen todo, no quieren trabajar por la famosa pereza, a
comparación de estos dos personajes que a pesar de su edad y su
cansancio, madrugan cada día para sobrevivir en lo que les quedan de
vida, valorándola y aprovechándola sin pensar en lo que no tienen.
Son ellos un claro ejemplo para seguir luchando por cumplir los
sueños, sin importar la edad. Finalmente, ésta experiencia me llevó
a corroborar también que tanto conmigo como con ellos la gente es
muy amable y solidaria... así que definitivamente, Manizales sí es
la ciudad de las puertas abiertas.
salgo a vender porque gozo con cada persona que me compra, y en las tardes me alegra ver a los niños jugando, viendo sus sonrisas, me recuerda a eso que viví hace mucho tiempo.”
ResponderEliminarno es el sendero es como decidas recorrerlo,
lo q te llevara a tu destino serán tus pasos mas no el camino. y tu dejas huellas plasmadas en la memoria, una memoria colectiva q lucha ferozmente por no ser olvidada ;)