lunes, 9 de diciembre de 2013

La Nana Pulga.

Por. Luisa Hincapié

Noviembre 9 del 2013.

Con 1.52 de altura, se llama Argemira Pulgarín, la llamo La Nana, se hace llamar La Pulga, es el reemplazo que  dejó  mi abuela Elvira Valderrama, La Larguncha, la que nunca conocí…y  Que En Paz Descanse. (Noviembre de  1991).
La Pulga ha saltado de ciudad en ciudad, de casa en casa, de familia en familia, y ahora donde menos quería… daños, peleas, silencios ha dejado a donde llega,  se va con la excusa  que nadie la quiere, sufre de olvidos, y tatarea: “Qué aquí se acaba tarará, que ya mi vida,  tararará…” de Pedro Infante.

Momento 1

A las 9:00 de la mañana Argemira Pulgarín, La Pulga masca chochas oriunda de Rio negro, Antioquia, se balanceaba en la silla mecedora del Hogar Geriátrico Getsemaní en Ibagué, Tolima. El verde aguamarina de las paredes liberaban un aroma a berrinche y dejaban una mezcolanza con Agugú, un olor que para unos abuelos es rebeldía y para otros agradecimiento. “Esto como es un                             reformatorio, el                                                            ”, grita La Pulga, esta mujer que desde 1927 es colérica.

Se balanceaba hacia adelante, hacia atrás con los pies en el aire, me lanza una bolsa y  refunfuña: “Marleny, Esperanza, Elvira, Largun             Cha, ¡Ahh!           Pooor            quería coja eso”.  Lo atrape, saqué lo que había en la bolsa, me senté con mi mamá en un sofá beige del mugre y empecé  a enhebrar una aguja oxidada que estaba pegada a un tubo de hilo blanco amarillento con sabor de antaño y  recordé esa foto  en la que ella le enseñaba a mi mamá  a soltarle el dobladillo a los pantalones, “A La Pulga la experiencia en costuras la llevó a coser tan bien  como  una Singer, mi mamá era igual de mala para coser que nosotras,  eso que ellas  eran mejores amigas y pasaban tardes juntas como desde el 47, los planes eran que mientras una arreglaba una blusa, la otra leía el periódico en voz alta”, cuenta Esperanza Adarme sumida en recuerdos por la ausencia de su madre. La Pulga queda                                                                  con los ojos pasmados  y empieza a lagrimear.

Momento 2

Las 10:13 de la mañana, le suena el estómago y se alborota: “El desayuno ¡Ya ya ya ya ya! Hace                me limpio para que me dieran eso” grita mientras con el puño de sus manos le pega a la silla. Llega la enfermera con un vaso de agua y una pastilla sobre el plato y la amenaza en voz baja hacia su oído: “Calma, calma, si va a hacer esos escándalos  se toma esto inmediatamente”.
Se levanta de la mecedora, nos aprieta a mi mamá y a mí el antebrazo, acurrucada en voz de secreto nos dice: “Yo estoy bien, no quiero hacer bien, sí ustedes no me liberan, yo me vuelo otra vez”, se para,  camina hacia la habitación. “Sigan, sigan que ya se acaba el tiempo” formula la enfermera.   
Entramos a la habitación, parecida a las de la vecindad del Chavo, con ese  olor a  guardado  que  ¡                   ¡ no nos deja  reconocer olor diferente,  nos pregunta mirándonos con angustia “¿Qué vienen a hacer acá? ¿A envenenarme porque les estorbo? ¿A yo no sé por qué Dios no me quiere muerta? Usted mi mejor amiga, mi Larguncha mira como se conserva en la juventud y yo apenas con 45 años y nada…de que ni la envidia me ha querido matar, ¿Qué  pago, qué hice?”…
Y con el dolor del alma recuento  que mi abuelita La Larguncha ya murió,  no me confunda  soy la nieta Luisa y ella es mi mamá, Esperanza la hija de Elvira, estamos en el 2013 ya, todo ha cambiado.

Momento 3

Las 11: 38 de la mañana, empieza a cantar “Lero, lero tengo ojeras de                                  , la la la la, el médico esposo de  Mar   leny  me trajo loco porque  que lo iba a envenenar creía el bojote ese, y Pedrito me llora que me vaya con él pero yo no le                                         ni mierda, le gusta el                        ” , manda saliva y revela que Pedro Infante  se esconde para que no lo vayan a echar,  ni a cobrar por dormir con ella. Lo extraño es que sonríe y dice: “ese tonto hermoso qué come, no yo le reparto de esa comida podrida y  yo es a la que me toca tragármela por fastidiosa  que  llaman”…  
La enfermera vuelve,  con tono de mando le pide que camine  hacia  el comedor,  ella se queda ahí esparramada en la cama, se acababa la hora de visita, saco la cámara de mi mochila y le digo hable pasito, mi mamá me regaña.
La Pulga se para rapidito y se expresa con un “Hijueputa vida”  se va  como pingüino  hacia el comedor con las manos tapándose la cara y vuelve a tatarear “Te vas por un momento, te vas diciendo que vuelves… ¡Qué suerte la mía! Qué triste agonía…”


Al salir, la enfermera nos acompañó a la puerta, ella con su mano derecha tocó el hombro de mi mamá, y yo me armé de coraje para soportar las lágrimas mientras salíamos de esa línea de tiempo, de ese lugar en el que solo ronda  el estorbo y  el olvido. 

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