La noche de un
domingo, que inició un tanto aburrida, tres jóvenes amigos, William Pérez, Manuel
Escalante y Daniela Giraldo estaban
decididos a experimentar uno de los mitos de la ciudad de las puertas abiertas,
Manizales.
El lugar de la
ciudad llamado Cerro de Oro se volvió popular desde hace muchos años, porque
según cuenta la historia, allí murieron los
niños de un orfanato que accidentalmente
se incendió, desde ese entonces, las
almas inocentes deambulan por aquel camino desolado.
Por las
historias de sus compañeros, los jóvenes quedaron intrigados y con ganas de
experimentar la aventura, organizaron lo que debían llevar, compraron 15 dulces
en la tienda, llevaron el talco, se montaron al automóvil y partieron rumbo al
temeroso lugar.
En el camino, entusiasmados conversaban “queremos sentir la presencia de algo sobrenatural, que nunca hemos vivido”. A pocos kilómetros ya solo las luces del carro y el ruido de la naturaleza eran su compañía. El lugar se ubicaba donde la carretera se curva, cerca de un gran árbol ‘borrachero’, al lado de una cerca roja donde se estacionaron a un costado del camino.
Al llegar sacaron los dulces, los ubicaron sobre el capó del carro, concluyeron que era innecesario echar el talco para ver las huellas de los niños, ya que el frío empañaba los vidrios. Lo que habían leído en el diario La Patria, era que dos personas debían esperar afuera mientras los niños realizaban su labor, pero Manuel dijo “no, no lo hagan que a mí me contaron que en el árbol "borrachero" habita un duende, y si nos quedamos afuera nos molestará”.
Se protegieron todos dentro carro, no sin antes, llamar a dichos espíritus, en forma de coro "Vengan niños dulces, aquí estamos".
En el camino, entusiasmados conversaban “queremos sentir la presencia de algo sobrenatural, que nunca hemos vivido”. A pocos kilómetros ya solo las luces del carro y el ruido de la naturaleza eran su compañía. El lugar se ubicaba donde la carretera se curva, cerca de un gran árbol ‘borrachero’, al lado de una cerca roja donde se estacionaron a un costado del camino.
Al llegar sacaron los dulces, los ubicaron sobre el capó del carro, concluyeron que era innecesario echar el talco para ver las huellas de los niños, ya que el frío empañaba los vidrios. Lo que habían leído en el diario La Patria, era que dos personas debían esperar afuera mientras los niños realizaban su labor, pero Manuel dijo “no, no lo hagan que a mí me contaron que en el árbol "borrachero" habita un duende, y si nos quedamos afuera nos molestará”.
Se protegieron todos dentro carro, no sin antes, llamar a dichos espíritus, en forma de coro "Vengan niños dulces, aquí estamos".
Pasaron 10 minutos,
la monotonía del asunto no los aburría,
eso era algo en lo que todos concordaban, curiosamente, todos ellos se
encontraban alerta y temerosos, poco tiempo después leves golpes en el capó
atormentaron las sugestionadas mentes de los jóvenes, no pasó un minuto antes y el
silencio retornó.
Recuperaron la
calma, se bajaron del carro los caballeros, contaron ambos en coro, bajo la luz
de un celular, “2,4,6,8,10,11 dulces” asustados repitieron la operación, incrédulos
decidieron volver a contar, el silencio invadió el momento, se miraron y espantados retornaron al interior del vehículo.
“Eso no puede ser verdad,
eso debió ser una broma de alguien del
grupo” dijo William. Aterrorizados, todos deciden calmarse y esperar, momentos
después Daniela Giraldo (sentada en la ventana que miraba a la cerca roja) ve
lo que parecen ser tres huellas de dedos cortos en la ventana.
Curiosamente William giró hacia el costado del vehículo para revisar la
ventana, inmediatamente al dar la
espalda la puerta de su lado, se abrió.
El susto los sobre - exaltó, William cerró la puerta y el pavor lo abrigó.
El susto los sobre - exaltó, William cerró la puerta y el pavor lo abrigó.
Asustadísimos, pensaron en
marcharse, pero por la intencionalidad de su viaje, la curiosidad primó.
Esperaron algunos minutos y de nuevo se sintieron los golpesitos en el capó,
está vez con menos duración, pero igual de impactantes.
Al pasar un rato declaran concluida
su aventura. William se ofrece para recoger los dulces, mientras Manuel ilumina
de nuevo el lugar, en forma tosca y
apurada estira su brazo para abarcar todos los dulces de una sola vez, al
recogerlos todos, observa una sombra en un rincón del techo, estiró su otro
brazo, el tacto dio una noción más que suficiente era una envoltura sin dulce,
por lo que no dio espera ni siquiera para cerrar la puerta, solo se agacho para
entrar al carro y Manuel (quién conducía el vehículo) arrancó a mil.
Al parquear el carro,
finalmente, Daniela observó el papel de otro dulce al que le faltaba un pequeño pedazo, jamás se imaginó
que eso fuera tan real, “si me esperaba que pasara algo, pero no que fuera algo tan vivido... sentí
tanto terror, que no volveré a jugar con
esas cosas.” William luego de creer que iba a perder su tiempo, aceptó y
“después de todo lo sucedido quedo convencido de que fue algo paranormal”.
Fue una noche donde la calma se
esfumó, las lágrimas incontroladas, los corazones acelerados y los entes que
los acompañan, regresaron a la zona urbana a compartir la historia de una aventura que no quisieran repetir jamás.
Hola Luisa, ¿esta historia es real o es leyenda?
ResponderEliminarquiero darles mi opinion
ResponderEliminarpues mi persona junto con un compañero tuvimos la idea de ir a conocer caminando un domingo pero en el dia
cuando llegamos donde estan las esculturas en el tanque de agua se me dificulto mucho respirar
un poco mas arriba donde se observa un letrero que dice fundacion para la cultura chimi "montaña magica " fabrica de sueños "
hay una puerta cerrada con un lazo viejo nos quedamos parados ayi hablando unos 5 min cuando empezamos a escuchar niños reirse y jugar al fondo de aquella puerta mi compañero me dijo que si ingresábamos pero le comente que era mejor dejar todo quieto e irnos
con esta experiencia estoy convencido de que lo que ocurre en el cerro de oro no es simple superstición
Anyelo, ¿me puedes escribir a alaskaboreal@hotmail.com? soy periodista, autora del libro Colombia sobrenatural, estoy escribiendo sobre los niños 12, y me gustaría entrevistar de recoger tu testimonio.
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